Cuando Raiklan, el hombre de ojos negros, decidió acompañar a su amigo Taldhim a Eldaria en su búsqueda del manuscrito de la legendaria
hechicera Saldora, no imaginó que se desencadenarían unos sucesos que comenzarían con la petición del anciano rey Edeltohn de acompañar
a su hija pequeña, de tan solo doce años, a la fortaleza-monasterio de Garlon, en la isla de Balthior, como medida de protección ante los
sucesos que se estaban desencadenando en todos los confines de los Reinos de la Luz.
Ni mucho menos imaginó que un viaje relativamente sencillo como escolta de la princesa, se acabaría por convertir en una epopeya de
proporciones universales, en la que la lucha entre el Bien y el Mal, y el regreso de Malador y sus dragones amenazaban la libertad de todos
los reinos libres del continente.
Acompañe a Raiklan, Taldhim, Erika y Erin en su viaje por las tierras de los Reinos de la Luz, mientras un mal antiguo regresa para reclamar
lo que considera suyo por derecho.
La forja del destino (Forjado en lágrimas 2000) fue mi primera novela. Una obra compleja y demasiado
ambiciosa para un chaval que por aquél entonces contaba con veintitrés años. Habiendo crecido con
los libros de Tolkien y expandido mi universo literario con Margaret Weis y Tracy Hickman o
David Eddings, el paso lógico al empezar a escribir una novela entera no podía ser nada más
que una obra magna, épica y con multitud de personajes cuyas vidas se entrecruzan y relacionan
debido a circunstancias extraordinarias.
Así nació Forjado en lágrimas. Basada en un juego de rol desarrollado por mí mismo en mi juventud,
a principios de los 90 y adornada con hechiceros, caballeros valerosos, elfos místicos, elghars
desenfadados, badroks desalmados y, sobretodo, poderosos y pérfidos dragones, fue el principio de
mi desarrollo como autor; la obra que forjó las bases de mi estilo narrativo y, quizá, una de mis obras
más emblemáticas y a la vez desconocidas.
Fue propuesta para su publicación en dos ocasiones: la primera a principio de 2001, antes de publicar Negro
Amanecer; aunque debido a mis circunstancias personales y laborales, fue un proyecto que no logró prosperar
muy a mi pesar.
En 2003 llegó una segunda oportunidad. Pero el proyecto propuesto significaba perder los derechos de una
obra que, para mí, lo era todo y cuya decisión terminó abruptamente con mi incipiente carrera literaria,
y me cerró todas las puertas del mercado editorial hasta la actualidad.
Forjado en lágrimas fue mucho más que una historia o una novela; fue una válvula de escape personal que
probablemente me salvó la vida durante una etapa muy complicada en la que la sombra del suicidio planeó
sobre mi cabeza; no por primera vez; ya que fuimos uña y carne durante la infancia y la adolescencia, pero
sí con una oscuridad que jamás había sentido tan dentro de mi y que me llamaba con una música extremadamente
seductora. Muy pocos saben lo que Forjado en lágrimas significa para mi. No es mi obra más oscura ni la más
optimista ni tampoco mi mejor obra. Es la base de todo lo que hoy soy como artista. Los cimientos y las columnas
que sustentan todo lo que se ha alzado a posteriori en mi camino en todos los ámbitos de mi vida. La pequeña
ventana por la que me asomaba para ver el mundo que me rodeaba y que no veía con los mismos ojos de la gente
con la que me cruzaba.
Así como la mirilla por la que me escrutaba a mi mismo para descubrir porqué sentía lo que sentía.
A lo largo de los últimos veinticinco años la habré revisado unas cinco veces: Adaptado el estilo de mejor
o peor manera, corrigiendo tics literarios que todavía ahora cometo, pero siempre dedicándole un mimo y un
cariño distinto a mis obras posteriores. Ni mejor ni peor. Simplemente distinto.
Por fin he publicado Forjado en lágrimas, después de veinticinco años. Y lo he hecho en su versión completa
(aunque también la publicaré dividida en dos tomos, en tapa blanda y dura, como el resto de mis libros).
Mas esta versión, únicamente en tapa blanda, formato digital y un grueso total de 686 páginas tiene el aspecto de las obras de
fantasía que leí en mi infancia y adolescencia. Es mi homenaje a J.R.R. Tolkien, Margaret Weis y Tracy Hickman,
David Eddings, Louise Cooper, Michael Ende o el maravilloso Terry Pratchett; así como tantos grandiosos autores
de novela fantástica que marcaron profundamente mi carrera literaria, antes incluso que empezara a escribir la primera línea.
Se la he dedicado a mi padre. La verdadera razón por la que empecé a escribir, y con lo que evité lanzar
mi vida al retrete y tirar de la cadena con una mirada entristecida en los ojos vidriosos; como la de Raiklan,
el hombre de ojos negros y protagonista principal de esta historia.
Ha llegado la hora de completar el círculo y dejar un enorme pedazo de mí atrás.
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